Por Adrián Freijo.
Crece su alianza con Elisa Carrió, cuenta con María Eugenia Vidal y construye la pata peronista con Emilio Monzó. Una arquitectura política que comienza a consolidarse en Mar del Plata.
No hay todavía reparto de candidaturas, aunque todos los involucrados saben que van a tener que salir a la cancha y jugar. Si la idea es, como parece, dejar atrás la etapa del macrismo en el PRO y neutralizar a los fedayines que siguen detrás del ex presidente, comandados por una cada vez más dura Patricia Bullrich, nadie va a poder mirar la pelea desde afuera y, allí donde sea convocado, deberá dar la cara y poner todo sobre la mesa.
Y es que para los partidos que integran la coalición llega la hora de definir el especio en el que desarrollará el tiempo que viene. Tanto el Jefe de Gobierno porteño como la ex gobernadora bonaerense saben por experiencia que es imposible crecer dejando afuera al peronismo. Y es que son tantos los dirigentes de ese sector que se están alejando definitivamente del área de influencia de Cristina Fernández, y dan además como fracasado cualquier intento de armar alguna alternativa desde adentro del espacio, que sería un error despreciar el apoyo que tienen en sus distritos y, en muchos casos, entre el electorado independiente.
Larreta y Vidal han logrado también lo que hasta hace poco parecía imposible: convencer a Lilita Carrió de la necesidad de armar esa «pata peronista» que sirva además para equilibrar la alianza y quitarle a la UCR la pretensión de ser el único partido con desarrollo nacional que la integra. El resultado de la última interna radical, mucho más cerrado de lo que parecía en un primer momento, puso en evidencia la paridad entre los que están dispuestos a seguir en Juntos por el Cambio por el mismo camino y quienes, con la creciente figura de Martín Lousteau como acicate, exigen una mayor participación en las decisiones y, por supuesto, en el reparto de candidaturas.
Emilio Monzó, hábil armador y con buena relación con todos los protagonistas -incluida la siempre rebelde Carrió- aparece como el destinado a amalgamar esa llegada del peronismo. Todos confían en su muñeca y lo saben además un hombre capaz de cumplir a rajatabla los acuerdos firmados. Y descuentan que, llegado el caso, podrá articular con Maxi Abad y la nueva conducción provincial de la UCR los acuerdos necesarios para dejar fuera de carrera a quienes piden rupturas o, en el mejor de los casos, una PASO que podría ser desangrante.
En Mar del Plata tanto el intendente Guillermo Montenegro como su principal armador Alejandro Rabinovich juegan sus fichas a estos acuerdos. Históricamente distantes del macrismo duro, mueven también las piezas para ampliar la base política del gobierno comunal y posicionarse de cara a los comicios.
Aquí, si bien el monzonismo también se está moviendo, el diálogo con el peronismo se da a través de la flamante agrupación que organizan por estas horas Mercedes Morro, ya integrada al bloque oficialista, y Marcelo Cardoso, que ha demostrado una buena capacidad para acercar muchos dirigentes que se sienten desplazados por un kirchnerismo local que juega a ser una estructura cerrada, sectaria y con una sorprendente vocación por alejarse del justicialismo tradicional.
Pero en el peronismo que se acerca al espacio del intendente tienen en claro que aquel armado que hoy pergeñan Larreta, Carrió, Vidal y Monzó será en el futuro inmediato el espacio en el que habrán de moverse. Aunque aquí hayan «primereado» y ya estén instalados en la grilla de partida.
La mesa está servida y en ella se sientan el Pro, la Coalición Cívica, los radicales de Abad y el peronismo de Morro y Cardoso. Los comensales son muchos y la cordialidad está al orden del día.
¿Alcanzará la comida?…